Hubo un tiempo en el que me empeñaba en que las cosas salieran exactamente como yo las había planeado.
Tenía una visión y hacía todo lo posible – incluso en contra de todos los obstáculos, incluso a costa de mi bienestar – para que se cumpliera.
Y si algo no salía… frustración, tensión, culpa, autoexigencia.
¿Te suena?
Ahora organizo… pero sin rigidez
Hoy sigo soñando, sigo actuando, sigo organizando.
Pero cuando algo cambia, se cae, se mueve… respiro y a veces sonrío. Porque ya sé que algo se está cocinando.
Y dejo que la vida me sorprenda. Voy con el flow de la vida y de las aventuras que prepara para mí. Qué alivio.
Una fiesta no planeada (y mejor que la original)
Hace unos meses acepté organizar un retiro justo el fin de semana de mi cumpleaños. Era la única fecha que cuadraba en nuestras agendas.
Y aunque algo dentro de mí dudaba, seguí adelante.
El retiro, finalmente, se canceló por un malentendido con las fechas.
¿Y sabes qué? Se abrió un espacio que no recordaba haber tenido en años: una fiesta de cumpleaños solo para mí.
Mi hija y mi pareja viajaron ese finde, y yo me regalé un encuentro íntimo con amigas en mi terraza, en calma, sin prisas, sin exigencias.
Y lo más curioso: el retiro acabó ocurriendo igual, el domingo, en otro formato, y también fue hermoso.
Solo que esta vez no fue como lo había planeado. Fue mejor.
De la exigencia a la confianza: constelaciones familiares
Antes, organizar una sesión era un mar de nervios.
Me estresaba por tener suficientes representantes – y no cualquiera: quería canalizadores, terapeutas, gente “preparada”.
Me costaba encontrarlos y, mientras acompañaba al paciente, parte de mi atención estaba en quién vendría o no.
Hasta que un día, de seis personas confirmadas, llegaron dos.
Y funcionó.
Y fue profundo.
Y me abrí a invitar a personas nuevas, sin experiencia.
Hoy, cada sesión fluye. Nunca faltan representantes.
No porque yo lo controle. Sino porque confío.
Surrender no es rendirse
Aprendí a soltar. Pero no a rendirme.
Surrender no es “me rindo”.
No es pasividad, ni resignación.
Es acción sin rigidez. Es intención sin apego.
Es decir: “esto es lo que deseo, pero si cambia… también está bien.”
En cambio, el give up – rendirse desde la frustración – solo trae estancamiento.
Y yo lo sé. Porque también lo probé.
Cuando algo se cae, dejo que caiga
Hoy ya no empujo. Sigo el ritmo.
Cuando algo se cae del calendario, no me desespero ni busco con ansiedad qué poner en su lugar.
Escucho. Me pregunto:
¿Qué está queriendo pasar aquí?
Y muchas veces, lo que se abre es espacio para mí: descansar, pasar tiempo preparando comida que me gusta, hacer sesión de acupuntura, estar conmigo misma en silencio.
Y justo cuando recupero mi centro, todo se recoloca solo.
A veces mejor de lo que jamás habría planeado.
Porque mi visión – por más clara que parezca – es solo un fragmento.
Y la vida ve mucho más allá.
¿Y tú?
¿Recuerdas una vez en que soltar el control te llevó a algo mejor?
¿Y si esa resistencia que sientes no es un obstáculo… sino una puerta?
Si este tema te toca, si ya estás cansada de vivir desde el control (y miedo), si estás aprendiendo a confiar sin dejar de actuar, me encantará acompañarte.



