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Desmitificando la Meditación

Hoy compartiré contigo lo que, si lo hubiera sabido hace unos años, tal vez me habría ayudado a comenzar con la práctica de meditación antes y sin tantos prejuicios. 

Mitos sobre la Meditación

MITO #1: Meditar es sentarse en posición de loto, sin moverse. Tienes que resistir, sin importar lo incómodo que sea para ti.

Existen tantas formas y métodos de meditación que la gente escribe libros extensos sobre el tema (y cursos caros). Esto significa que puedes meditar acostado, sentado (en una silla, en una tumbona, en el sofá), caminando, e incluso sentado en la sala de espera del médico. No, no tienes que sentarte en la posición de un yogui con los ojos cerrados, sin moverte. Tú eliges la forma que te resulte cómoda y la aplicas. No hay ninguna restricción.

MITO #2: En la meditación se trata de dejar de pensar. Si tu mente sigue haciendo ruido, significa que no estás haciendo bien.

No se puede dejar de pensar. Nuestra mente está diseñada para pensar, todo el tiempo, sin parar – es su trabajo. La premisa de que debo dejar de pensar es muy ambiciosa y, si es posible, solo para los realmente avanzados. La cosa es que no se trata de eso en absoluto. 

Imagina un río que fluye rápidamente. Ese río son tus pensamientos. En medio del río hay una gran roca. Está rodeada de agua, pero ella misma está seca. La tarea de la meditación consiste en sentarse en esa roca y no dejarte arrastrar por el río. Y, aunque te arrastre (es normal, pasa, incluso muy a menudo, dependiendo del día), notar que caíste al río y agarrarte a otra roca y trepar en ella. 

Para mí, la meditación es observación. Lo veo, pero no me meto en ello. Y con el tiempo, realmente empiezo a tener control sobre eso. No me arrastra cualquier ola. Me siento en la roca y estoy realmente bien. Pero incluso después de años de meditación, a veces tengo un día en el que sigo luchando con la corriente del río y eso también está bien. Trato de notar eso y salir de nuevo a la orilla.

MITO #3: Para meditar correctamente necesitas dedicarle mucho tiempo.

5 minutos ya es mucho. No necesitas un lugar especial, una almohada, un entorno. Realmente nada de eso. Me pasa que medito cuando viajo en un tren. Cuando estoy en una sala de espera. Cuando soy pasajera en un coche. Claro, que prefiero por la mañana sentarme en mi sofá con vista al mar, con mi olor favorito de aceites y velas, desconectarme durante 30 minutos. Pero si no se puede, no se puede. Tomo lo que hay. Y siempre me beneficia.

MITO #4: La verdadera meditación se realiza en silencio absoluto.

Uf, eso fue un desafío que en varias ocasiones me hizo abandonar la meditación. Simplemente sentarme sin moverme y en silencio era demasiado difícil para mí. Solo traía frustración. ¿Para qué sufrir así, pensaba yo? Eso no es para mí. Muy frustrante. Bueno, si alguien me hubiera dicho entonces: tal vez pon música. O escucha una meditación guiada. Probablemente habría comenzado mi aventura con la meditación mucho antes. Por eso ahora te digo. No te limites. Encuentra la forma que sea mejor para ti. De pie, caminando, acostado. En silencio, con música, guiada. No hay más y menos efectivas. Simplemente hay una que funciona mejor para ti. Y punto.

MITO #5: La meditación debe ser relajante.

Esa también fue el listón puesto muy alto. Pues, si la meditación debe traer paz, ¿por qué me siento tan frustrada durante la práctica? Molesta porque mi mente me bombardea. Impaciente porque me duelen los tobillos. Distraída pasando de nuevo la lista de compras en mi cabeza. ¿Relajación, en serio? Solté mucho antes de que realmente apareciera el relajamiento. Hasta hoy me ocurren sesiones en que no me siento relajada. A veces aparece algo que me molesta y no me deja en paz. Una nueva creencia que sale a la superficie precisamente porque estoy sola conmigo misma. Sé que eso pasará, sé que depende del día, de mi estado de ánimo. Y luego llega la relajación, llega la recarga de baterías y me levanto de la sesión de meditación como renacida. Simplemente acepto todo lo que viene. Sin juzgar y sin desanimarse.

MITO #6: Meditar es muy difícil.

Tengo la sensación de que es el cliché más repetido. Difícil, así que no lo intento. Tengo suficientes retos en la vida, ¿verdad? No somos todos iguales, algo que es difícil para mí no tiene que ser difícil para ti. Por eso, primero prueba tú mismo(a) y descubre por tu cuenta. Tal vez entres en esto y te sorprenderá que fácil (y agradable) es. Tal vez eligiendo la meditación caminando encuentres exactamente lo que necesitas y sea lo más sencillo del mundo. Tal vez sabiendo que no tienes que sentirte relajada de inmediato y que tu mente no está ‘vacía’, lo abordarás con tranquilidad y comprensión. Intenta a tu manera.

MITO #7: Solo las personas muy espirituales y desconectadas de la realidad, como monjes en Tíbet, meditan.

¿Temes que comenzarás a meditar y te perderás? ¿Te pondrás las ropas de un monje y te trasladarás a la India? La meditación no tiene que estar necesariamente relacionada con la espiritualidad. Puede servir como herramienta del famoso mindfulness. O simplemente como una forma de parar en esta vida que va a toda velocidad. Lo que saques de ello realmente depende de ti. Puedes conectarte con tu espíritu, hablar con Dios, ángeles o guías. O simplemente relajarse. Estar contigo mismo para regenerar la energía dispersa y lograr claridad.

MITO #8: La meditación está estrictamente vinculada a la religión.

¿Debo definirme como alguien: budista, por ejemplo, porque medito? ¿No sería pecado? La meditación es paz, es parar. Un momento conmigo misma, un momento en el que intento sentirme. No tengo que creer en nada ni en nadie. No tengo que rechazar lo que creo. Simplemente aparco por un momento todo ese carro que empujo a diario y me sumerjo en mí, buscando paz, descanso, comprensión. Y eso viene a mí no porque crea en algo o no. Solo porque creo un espacio para escucharme.

MITO #9: La meditación no es para mí porque soy demasiado dinámica/o, me gusta que pase algo y no soporto el silencio.

Yo pensaba así. Era mi creencia sobre el yoga y la meditación. Recuerdo mis primeros intentos con el cronómetro puesto a 10 minutos y la llama de una vela, en la que debía mirar sin moverme. ¡Ah, qué frustrante fue! Afortunadamente, dejé de hacerlo de la manera que no podía y empecé de una manera que me gustaba más. Comencé a escuchar meditaciones guiadas y entonces los 10 minutos pasaban muy rápido. Y me sentía realmente bien. Bien porque hice algo por mí, bien porque de cada sesión sacaba algo para mí. Bien porque estaba más tranquila. Olvida la vela si te molesta y encuentra una manera que resuena contigo.

Estoy segura de que al menos uno de estos mitos probablemente te influye y te impide empezar con la práctica. ¿No es así?

Comparte conmigo tus reflexiones. Hay algún otro mito que no está en la lista?

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