La inseguridad es una de las ‘enfermedades’ más populares en el mundo. Lo veo en los niños muy pequeños. No tienes que ser una chamana para darte cuenta de cuál de los peques está seguro de sí mismo y cuál no. Se nota en su forma de hablar, en su postura, en su mirada. Igual con los mayores, solo que los grandes ya saben mejor manipular su imagen. Pero la inseguridad forma una gran parte de la sociedad de estos tiempos.
Sin tratar, trae sufrimiento y destrucción
Destrucción – cuando una persona insegura tiene que demostrar a todo el mundo que para nada insegura no es. Entonces se mueve por la vida como un dictador, déspota y superman (o superwoman). Por fuera, muy valiente y seguro; por dentro, un niño o una niña pequeña que nunca ha recibido atención ni cariño.
Sufrimiento – cuando una persona intenta dar y hacer tanto a los demás, que ya no queda nada para ella misma. Da y da, y al final se queda sin ninguna fuerza y con frustración porque la gente se aprovecha de su ‘buen corazón’. El agradecimiento por su sacrificio no lo recibe de ninguna parte. Incluso, solo recibe rencores porque no hace o da más.
Entonces, ¿qué significa ser seguro de sí mismo? ¿Creer en ti?
A veces puede ser muy frustrante escuchar por todos lados: «¡Cree en ti! ¡Te lo mereces!» ¡Claro! Ya lo sé todo ¿y si no puedo? Si miro al espejo y me lo digo a mí misma, pero suena como una mentira más patética del mundo.
Hay estos momentos de victoria cuando has conseguido algo importante en tu vida o alguien te aprecia y te sientes con el flow. En este ratito entiendes que eres suficiente, que tienes valor, que tú puedes… pero… a la siguiente vez dispara el mismo programa y sigues luchando entre lo que deberías sentir (toda la confianza y seguridad del mundo por tus logros) y lo que realmente sientes (inútil, no merecedora, insegura). Si falta esta coherencia entre pensamiento y sentimiento, la vida te lo mostrará. ¿Cómo? Con un jefe que siempre ve solo lo que NO has hecho, un compañero que se aprovecha de ti, una suegra que NO respeta tus límites.
¿Cómo se (re)construye esta seguridad, incluso si parece que has nacido sin ella?
Para mí, lo que quita mucho peso en este trabajo muy personal es la diferencia entre creer en mí y confiar en mí.
¿Qué necesito para creer en mí? Más diplomas, más logros, más elogios, más éxitos… ¿Puedo llegar ese momento, cuando tenga suficiente y haya hecho suficiente para decir: ahora creo en mí? Lo dudo, lo dudo mucho.
Si no trabajas tu problema de inseguridad, y te dispara por la parte material, no existe cantidad de dinero que te permita relajarte y decir: ahora sí que me siento tranquilo.
El peso de creer en mí está en demostrar y conseguir. Por eso, reconstruir la seguridad por allí, es muy complicado.
Por otro lado hay: confianza en ti. Ahí sí que puedes poco a poco volver a sentir y conectar con tu poder interior.
¿Qué significa confiar en mí?
Por ejemplo, aparece una oportunidad de cambiar de trabajo. En la que tienes ya conoces todo, el sueldo está muy bien, y todo funciona. La otra es una startup, el tema del sueldo todavía no está muy claro, y será una montaña rusa porque todo está por definir.
Cuando estás a punto de tomar esta decisión, hay una sensación (gut feeling), una voz interior que te indica qué hacer. ¿Es razonable y tiene sentido? Pocas veces. Pero lo sabes, lo sientes intuitivamente que si lo haces así, saldrá mejor para ti y para todos. ¿Sigues esta voz? ¿O empiezas a poner la razón? ¿Qué es más beneficioso? ¿Por dónde voy a ganar más? ¿Qué es lo que me conviene? Empiezas a pensar en los demás que esta decisión puede afectar. Más analizar y pensar, más caos y menos claridad.
¿Cuántas ‘oportunidades’ y ocasiones has dejado por poner la razón? Esa casa que no has comprado, ese viaje que no has hecho, ese chico que no te has atrevido a llamar.
Hay que entrenar la confianza. No tienes que cambiar de casa o de pareja. Empieza con detalles, cosas pequeñas pero cada día. Buscando el aparcamiento, ¿giro a la derecha o a la izquierda? Comprando fruta, ¿cojo cerezas o fresas? Tomando café, ¿voy a la cafetería de siempre o a una que hace tiempo quería probar?
Conecta contigo y elige. No lo de siempre, sino lo que sientes en este momento. Luego observa. ¿Ha sido más fácil encontrar el aparcamiento? ¿Te gustó el café en el sitio nuevo?
Así, poco a poco, vas ganando confianza. Vas a entrenar este músculo, despertar el poder. Después de un tiempo, dejarás de escuchar tanto la razón porque entenderás que siguiendo tu confianza vas ganando mucho más. Más confianza en ti, más seguridad. Menos dudas y más satisfacción de la vida, siendo tú misma.
¿Te atreves a probar?