Hace unos días escuché la entrevista de Madonna con Jay Shetty.
Y cuanto más hablaba, más sentía: «esta es mi historia».
Madonna lo tenía todo… y aun así, se sentía vacía
Madonna contaba que lo tenía todo.
Una carrera como nunca antes se había visto.
Dinero, fama, reconocimiento.
Y, al mismo tiempo… un vacío por dentro.
Dijo claramente: «No habría sobrevivido sin la espiritualidad. Es lo que me da libertad, alivio y fuerza». Recordaba sus primeros encuentros con la cábala y el momento en el que se dio cuenta de que el ser humano no es solo cuerpo y mente. Que existe algo más grande, una inteligencia que nos guía. Y que cada experiencia tiene sentido, incluso las más duras.
La espiritualidad no borra los retos: cambia la forma en que los vivimos
Madonna en la entrevista: subrayaba que la espiritualidad no fue un hechizo mágico que borró sus problemas de un día para otro. La vida seguía teniendo sus subidas y bajadas. Pero desde el instante en que empezó a mirarlas desde otra perspectiva, dejaron de destruirla. La espiritualidad no le quitó los retos: le dio fuerza para atravesarlos con más ligereza y comprensión.
Al escucharla, me acordé de mí misma hace unos años.
Mi propio momento de vacío: frente al Gran Cañón
No era una estrella mundial, pero en mi propia escala de «éxito» también lo tenía todo.
Una familia, una casa bonita, un buen trabajo, suficiente dinero para vivir tranquila. Y se suponía que con eso bastaba.
Y, sin embargo, recuerdo perfectamente el momento en el que vi con claridad que por dentro estaba vacía.
Estaba de pie frente al Gran Cañón.
Un lugar con el que había soñado. Una vista que debía emocionarme.
Y… nada. Ninguna alegría, ninguna emoción. Solo una pregunta en mi cabeza: «¿Por qué no siento nada?».
Ese fue mi punto de inflexión. Porque si ni siquiera en un lugar así podía sentir felicidad, significaba que me faltaba algo realmente esencial.

Cuando el éxito exterior no llena: el llamado a la búsqueda del sentido
Lo físico y lo material no podían llenarme.
Me faltaba una gran parte: la parte espiritual.
Y así como Madonna la encontró en la cábala, yo la descubrí en la terapia chamánica.
La terapia me abrió la puerta a algo más grande:
a comprender que no soy solo pensamientos y emociones, sino parte de una conciencia más amplia que me sostiene.
Esa fue mi verdadera búsqueda del sentido — un proceso de volver a mí misma, de entender para qué estoy aquí.
Lo que la espiritualidad me enseñó (y lo que hoy transmito en mi trabajo)
Descubrí que la espiritualidad no borra las dificultades,
pero transforma la forma en la que las vivimos.
Gracias a ella pude sentir ligereza en una rutina que antes me pesaba demasiado.
Y esto es justamente lo que hoy transmito en mi trabajo con las personas:
cómo vivir la vida con más calma, comprensión y menos sufrimiento.
Madonna y yo: dos caminos, una misma verdad
Aunque nuestros mundos sean tan distintos –ella, una leyenda mundial; yo, una mujer en su cotidianidad–
la experiencia del vacío interior era exactamente la misma.
Y la espiritualidad nos dio la misma respuesta:
alivio, paz y libertad del sufrimiento.
La verdadera libertad llega cuando encontramos sentido
Es increíble cómo caminos tan diferentes pueden llevar a la misma conclusión:
– que la verdadera libertad llega cuando encontramos sentido en cada experiencia.
– que el alivio aparece cuando dejamos de luchar contra la vida.
– que el sufrimiento se disuelve cuando descubrimos que formamos parte de algo más grande.
Si tú también estás en tu propia búsqueda del sentido…
Te lo cuento porque quizá estés en el mismo lugar en el que yo estuve alguna vez:
– perdida,
– cansada,
– sin alegría ni entusiasmo, aunque en apariencia todo esté en orden.
Si es así, escríbeme.
Compartiré mi experiencia para ayudarte a encontrar tu propio camino hacia la calma y la plenitud.



